
El mejor retrato solo y de cuerpo entero de Martí, tomado al parecer en Temple May o Bond May, Jamaica, durante su primer viaje a esa isla en octubre de 1892. El patriota y fotógrafo Juan Bautista Valdés fue el autor del retrato.
Por Juan Nicolás Padrón
Los criterios más acertados para entender la construcción de la cultura cubana en relación con la raza y para enfrentar el injusto racismo fueron los que mantuvo José Martí desde que comenzó a tener juicio sobre la sociedad esclavista en que vivía. Convencido de la importancia de enfrentar este tema para lograr la unidad imprescindible para luchar contra España, muy pronto sus ideas en torno a la expresión “raza” se vincularon con la condición de cada persona. Con 26 años de edad, el 17 de septiembre de 1879 fue detenido en La Habana acusado de conspirar junto al mulato Juan Gualberto Gómez —uno de sus más grandes amigos y hombre de su confianza a toda prueba—, y otros patriotas, por la libertad de Cuba; cuando se le exigió una declaración favorable a España, que sería excelente para culpar a los negros y presentar el separatismo como una sublevación de estos, exclamó: “¡Martí no es de la raza vendible!”. Ya en esa expresión se resumía su concepto sobre las “razas”, una categoría que a aquellas alturas se había manipulado considerablemente en Europa y los Estados Unidos. Martí anteponía la dignidad patriótica, civil y personal, por encima de cualquier criterio atenido al color de la piel. Desde los primeros años de la década de los 80, en los Estados Unidos, cuando ya el mundo usaba el vocablo raza casi siempre de manera discriminatoria, el Apóstol se aproximaba a un uso poco frecuente, para identificar, sobre todo, la condición humana y no las características biológicas; la aceptación o rechazo al empleo del término dependía de su referente: la generosidad de quien intentaba lograr el bien común, o el egoísmo o individualismo del que se alejaba de los proyectos sociales. El punto de vista racial, para él, remitía a la alternativa de exaltar la grandeza humana por encima del interés personal en aras de un ideal patriótico y de beneficio social, o para evidenciar la miseria espiritual encarnada en las bajas pasiones: lo único que podía dividir al hombre era su sentido de la justicia. No partía de las aproximaciones más frecuentes al concepto de “raza negra”, confuso y ambiguamente empleado con diversos matices discriminatorios en el siglo XIX cuando se refería a los negros, siempre hacía alusión a la horrible esclavitud cuya injusticia lo había estremecido durante su niñez y adolescencia en Cuba; su pluma no cesó de condenar la oprobiosa condición esclava impuesta a los africanos, traídos en cadenas a América, una deshonrosa versión moderna de esa vergüenza humana arrastrada desde la antigüedad, aunque en Roma los esclavos fueran rubios y de ojos claros. El único y posible concepto de raza que el Apóstol reconocía lo había expresado con precisión en 1893: “Los hombres de pompa e interés se irán de un lado, blancos o negros; y los hombres generosos y desinteresados, se irán de otro. Los hombres verdaderos, negros o blancos, se tratarán con lealtad y ternura, por el gusto del mérito, y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que nacimos”. (1) Estaba convencido, porque lo vivía en la galopante segregación de la sociedad norteamericana, que las diferencias estribaban en la condición humana y no en el color de la piel; la práctica discriminatoria hacía infeliz a un pueblo, y también a cada uno de sus miembros: “Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias de raza […], es dificultar la ventura pública, y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común”. (2) Martí estaba consciente de que en Cuba el negro a aquellas alturas ya no era un extranjero, sino un héroe que había luchado por la construcción de una patria nueva, y se contaba con generales como Antonio Maceo, capaz de salvar la honra de todo el pueblo cubano con la Protesta de Baraguá después de la firma del Pacto del Zanjón; sabía que “la afinidad de los caracteres es más poderosa entre los hombres que la afinidad del color”, (3), y cuando quiso sintetizar “el color cubano” lo expresó con absoluta claridad: “Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro”. (4) (más…)
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