Cuesta ponerse bajo la piel de otros; imaginarnos gigantes por un minuto, demasiado tercos o demasiado hombres; pensarnos solos ante el abrazo de la incertidumbre. Cuesta suponer que a la metralla de la nostalgia sobrevivan ánimos para una sonrisa o hermosas rimas de amor; cuesta, y mucho, pues concebir nuestra vida entre muros y adaptarnos a la idea de que el tiempo no detiene su carrera, así lo merezcamos, no solo es cosa de héroes, sino de milagros.
La justicia tiembla desde aquel 12 de septiembre, cuando la insensatez les robó la luz e intentó enfermarlos de desaliento. El «ñeque ñeque» de Tony no cesa, ni lo hará, hasta el feliz día en que las despedidas sobren y los encuentros no tengan horario; el padre inmenso que exige y acurruca casi no se sostiene en pie, porque sus huesos también se rebelaron contra el encierro, aunque por mucho que duelan, no logran escamotearle ni un gramo de optimismo, y Gerardo, que necesitaría tres vidas más para purgar una condena cuya única lógica es la del odio, no cesa de hablar de rosas, besos, mares azules y promesas por cumplir. (más…)