Por Alexis Schlachter
No hace mucho le pregunté a un amigo cuáles son los cinco ríos más famosos del mundo, a lo cual me contestó de la siguiente manera:
Amazonas, Nilo, Danubio, Mississippi y Río de La Plata.
De inmediato le respondí que en los cuatro primeros estaba de acuerdo pero en el último ejemplo difería ya que el famoso Río de La Plata no es un río.
—¿Que no es un río? —me dijo sorprendido y agregó sonriente ante mi «error»—. El Río de La Plata es famoso, da nombre a una importantísima zona geográfica en Suramérica, lo asocio con las milongas, los tango de Gardel, en fin, que no entiendo una afirmación tan categóricamente negativa y contradictoria pues ese río aparece en todos los mapas…
Pero mi amigo, a pesar de su vehemencia, se equivocaba como tantas personas cuando imaginan que el Caspio es un mar o que la bahía de Hudson es una bahía… Sencillamente porque se les identificó de modo erróneo en la historia de sus descubrimientos como ríos, mares o bahías. Si acudimos al mapa, en las riberas de Argentina y Uruguay, el Océano Atlántico penetra en las costas que separan ambas naciones y se va estrechando hasta llegar a las desembocaduras de los ríos Uruguay y Paraná, los cuales vierten sus aguas en el Plata que, en realidad, geográficamente, es un estuario o lugar donde desembocan los ríos. Entonces los únicos, y verdaderos ríos son el Uruguay y el Paraná… pero no el supuesto Río de La Plata.
Tiene una superficie de 36 000 km2 y fue descubierto por el navegante español Juan Díaz de Solís en el año 1516, quien murió a manos de los nativos del lugar.
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