Hellen Keller a los siete años.
Esta increíble mujer, muda, ciega y sorda, simboliza la perseverancia y la voluntad para vencer las limitaciones físicas
«Los grandes poetas son intérpretes de las cosas eternas. Es verdad que no puedo ver la luna, pero sé que está ahí».
Esto llegó a pensar y a escribir en su libro La historia de mi vida (Edamex, México, 12ma. edición, 28 noviembre, 2002) la infatigable y sabia mujer que hace muchos años era una niñita ciega y sordomuda que se debatía en la desesperación, buscando inútilmente una manera que le permitiera comunicarse con sus angustiados padres.
Helen Keller creció en medio de una infancia muy difícil y atemorizaba a sus familiares y amistades de la casa con gritos y alteraciones constantes, pero cuando cumplió seis años, su progenitora leyó un libro de Charles Dickens que contaba el increíble trabajo hecho con la niña Laura Bridman, también sordo-ciega.
Iry Green, la casa de los Keller.