Este poema se lo dedicó José Antonio Fulgueiras al Quinteto Criollo, de Santa Clara, Villa Clara, por sus 15 años promoviendo la música popular y tradicional cubana y del mundo.
Cuando el quinteto Criollo
parte al despertar el día
transporta la melodía
de la caña en el cogollo.
La frescura del arrollo
se filtra en cada tonada
de Ernestina. Diosa alada,
musical de la campiña:
Rostro de mujer en niña
que se arrulla en la alborada.
Son cinco como una estrella
con sus puntos a la lira
melodiosa de guajira
que cuando canta es más bella.
Deja en su paso una huella
de música y de respeto,
y Cuba pone este reto
en toda su geografía:
Mientras haya poesía
seguirá vivo el Quinteto.