
El bloqueo impuesto por Estados Unidos, el abandono de la antigua URSS y una política de racionamiento que asfixiaba al pueblo de Cuba marcó un período “especial”. Ahora el presidente Obama de los Estados Unidos manda una señal que parece cambiar el rumbo de la política ¿hacia dónde? El autor de este relato, que forma parte del libro A lo lejos volaba una gaviota, libro publicado en España, Cuba y México, evoca esas dramáticas circunstancias:
POR UNA BICICLETA
En la niñez las bicicletas le fueron extrañas. A diferencia de otros niños nunca ansió el azotar del viento durante el descenso por una empinada cuesta o el placer del pedaleo en loca carrera.
Aquellas emociones no le interesaron, quizá por ser demasiado enfermizo, quizá porque en su primera experiencia con la bicicleta, impuesta por el padre, cayó a tierra y al levantarse la nariz le sangraba y la pierna se le había quebrado, como una débil rama.
Desde entonces, la lectura, los discos y la televisión se convirtieron en sus mejores acompañantes. Las bicicletas y sus fuertes sensaciones quedaron para sus compañeritos a quienes no envidió, al contrario, compadeció por estar expuestos a sorpresivos e imprevisibles peligros.
De adulto no tuvo necesidad de ellas. En una urbe de modernos autos, puntuales ómnibus y eficientes teléfonos, el vehículo de dos ruedas era algo tan lejano y obsoleto como el caballo para el piloto de un avión. Era, simplemente, un pasatiempo de niños y jóvenes. Además, ¿quién se atrevería a recorrer en ella los veinte kilómetros que separaban su casa del trabajo? Quizá un deportista de musculosas pantorrillas, brazos de hierro y pulmones como fuelles. No él, hombre sedentario de magras piernas y pronunciado abdomen.
No las necesitó hasta aquel año 1990. Él jamás supuso que fuera posible, pero lo fue. Los volcanes comenzaron a humear y a expulsar, oleada tras oleada, ríos de lava y piedra, los vientos hundieron todos los barcos y los muros se resquebrajaron como cáscaras de huevo. Sentado en la apacibilidad de su hogar, frente a un viejo televisor, él supo de tales prodigios que, sin embargo, no destruyeron su propio mundo.
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