Hacia una mayor profesionalidad en la tarea editorial
Por Luis Toledo Sande
(cultura@bohemia.co.cu)
Con un nuevo libro, el profesor, investigador y editor Misael Moya Méndez (Santa Clara, 1962) nutre sus aportes para enfrentar un problema que él califica de “global, como los tiempos que vivimos”: “la pérdida de la cultura editorial profesional”. Sobre el tema había entregado ya Dos lecciones editoriales, Expedición al mundo de la errata y (con Yosbany Vidal) Martí, editor.
Ciencias Sociales publicó Edición y crítica textual, con acopio y energías que valen por sí y como credenciales de un trabajo en desarrollo. Los dos primeros capítulos del volumen, Las intervenciones del editor sobre la obra literaria y La crítica textual o textología, abren el camino al tercero y final: De Villaverde a Carpentier: la edición crítica en Cuba, en el cual valora el autor momentos significativos de la “ruta” que le permite hablar de tradición cubana en esa materia.
Los braceos en las fuentes, y su propio desempeño de editor, le permitirán seguir afinando –o ampliando– sus criterios, como este que el mismo libro quizás ayude a rebasar: “En lo concerniente al texto de la obra, soy de la opinión de que en una edición crítica nada debe actualizarse, ni siquiera la grafía original de las palabras, mucho menos la puntuación”.
Errores y normas aparte, la puntuación figura en las opciones estilísticas de un autor. La ortografía compete a lo más normativo, salvo rebeliones como las célebres, y más bien cerradas en sí mismas, de Juan Ramón Jiménez. Entre las tareas de un editor o equipo editorial puede hallarse resolver con comentarios introductorios o notas puntuales aquellos detalles que enrarecerían el resultado final de un texto más allá de lo recomendable para su “consumo” por parte del lector, cuya inteligencia también cuenta.
No son lo mismo, y Moya contribuye lúcidamente a que se sepa, una edición del Quijote para eruditos, y otra –crítica u ordinaria, o como se la llame– que busque rigor a la vez que llegar a la mayor cantidad posible de lectores. José Martí, con cuyo caso ejemplifica el estudioso “la edición crítica como ejercicio de investigación multidisciplinaria”, tenía un modo personal de puntuar, contra el que han tenido efectos lamentables algunos empeños de “actualizarlo” y “mejorarlo”; pero ¿deben llegar al lector de hoy grafías como ginete o la preposición á y la conjunción ó, para no ir más lejos?
Son aciertos relevantes de una obra dar tela para meditar y discutir mientras alimenta el conocimiento. Lo conseguido por Moya Méndez resulta valioso en el afán de perfeccionar un trabajo estropeado en el mundo por el poderío del mercado y el mal uso de los medios, y por la creencia de que no requiere la especialización exigida felizmente en otras disciplinas. De ahí la importancia de frutos como el que ahora saludamos.
(Bohemia)
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