Pero allá tengo también,
y voy a encontrar ilesos,
laureles para mi sien,
hombres para Borinquén
y de mi hermano los huesos.
Francisco G. Marín
Siento vergüenza de que fueran cubanos quienes abandonaron a Francisco Gonzalo Marín Shaw (Pachín) en la ciénaga de Turiguanó, fuera por la razón que fuese. Ya había publicado sobre la vida de este poeta y periodista puertorriqueño (de Arecibo), devenido soldado libertador que ofrendó su vida por la independencia de Cuba y de Puerto Rico.
Gracias a mi blog me han contactado personas de diversos lugares y no podía faltar Puerto Rico en esa lista. Y el poeta y crítico Ernesto Álvarez me envió el libro Biografía de Francisco Gonzalo Marín (Dedicada a don Santiago Marín), del historiador y escritor arecibeño José Limón de Arce. Precisamente, este año se cumplen 100 años de la primera edición, en Arecibo, Puerto Rico.
En la portada, xilografía realizada por Martín García Rivera.
Razón tiene José Gabriel Quintas, historiador e investigador avileño, en su artículo «Vida, pasión y muerte de Francisco Gonzalo Marín» cuando dice:
«En el prólogo a Los poetas de la guerra José Martí sentenciaba: «El hombre es superior a las palabras. Recojamos el polvo de sus pensamientos, ya que no podemos recoger el de sus huesos, y abramos camino hasta el campo sagrado de sus tumbas, para doblar ante ellas la rodilla, y perdonar en su nombre a los que los olvidan, o no tienen valor para imitarlos». Tal parece que esto fue escrito para Francisco Gonzalo Marín […]»
Son muchos los artículos que he leído en ese libro sobre la horrenda muerte de Francisco Gonzalo Marín, todos, con el mismo matiz de desprecio a quienes lo abandonaron a su suerte, enfermo, en medio de la ciénaga. Las páginas señaladas al final de cada cita se refieren al libro que aparece en la bibliografía:
«Es Pachín el propagandista de las causas de Cuba y Puerto Rico en la ciudad de Nueva York, a favor de estas dos islas, últimos reductos del imperialismo español en América; el mártir de la guerra de independencia de Cuba quien, para mayor burla del destino, no logró morir honrado por el plomo de una bala enemiga en pleno combate, como gloriosamente cayó Martí en el frente de batalla, sino abandonado por sus compañeros de armas en medio de las aguas infectas de la ciénaga de Turiguanó, colgando su hamaca de dos ramas de mangle, elevado entre las raíces innobles hundidas en el pantano, acechado por las voraces auras tiñosas, aves de rapiña dispuestas a alimentarse de los despojos de otras vidas, agredido por enjambres de crueles mosquitos formando nubes oscuras y asesinas, portadores de la fiebre amarilla —que años más tarde combatirá con éxito Carlos Finlay—, amenazado por la malaria que se contrae en la putridez del pantano, enemigos más peligrosos y mortales que los soldados españoles atrincherados tras la trocha alambrada en el camino entre Júcaro y Morón.» (Ernesto Álvarez, pp.11-12)
«Y se fue desde Oriente, donde estaba enfermo y triste, con el pleito fulgurante que había que resolver al otro lado de la Trocha, en las fraguas de cíclope del Camagüey, o asiento del gobierno cubano. Más, no quiso irse por otra senda que la deshonor y el combate y así, se unió a una expedición que iba en busca de cero sobre el hediondo vientre del reptil, de putrefacto piélago. Y lo dejaron solo, tan solamente con el pestífero aliento de la traición ajena.
«Cuando al mes volvieron a pasar por el sitio de la infamia, las furias-hombres de la expedición que sólo honran almuerzo, encontraron a éste, en esqueleto, en actitud del honor, con el arma invicta terciada sobre el pecho heroico… ¡Horror!, ¡callemos!, sí, ¡callemos!…» (Enrique Méndez Classen, p. 61)
«Ahora bien: De un modo u otro es lo seguro que atravesando la Ciénaga, en plena manigua cubana, abandonado por sus camaradas, agobiado por la soledad, con la nostalgia de la patria adorable en el corazón y el recuerdo de su familia, entre las que se hallaba su padre su hija, en el alma, devorado por el hambre y la sed, enloquecido por la fiebre, por único lecho la hamaca incómoda, por compañero único el fusil del soldado, cayó par no levantarse jamás le héroe arecibeño que un día, joven aún con la clarividencia del poeta, presintiendo un porvenir lleno de amarguras y dolores, dijo en una estrofa digna de Campoamor: Morir, decir adiós a los que quedan / Es ganar la mejor de las batallas!» (José Limón de Arce, p. 62)
«Fue un crimen… ¡Esperad! Ya veréis. […]
«Marín tiritaba a los accesos de la fiebre mortal que había hecho presa en él.
«Empezó a caminar, temblando de frío, por sobre el enmarañado dédalo de raíces de los manglares de Turiguanó; pero cuando con toda la suma de su esfuerzo había adelantado penosamente un cuarto de legua, realizando el perenne gimnasio de subir, bajar, deslizarse, arrastrarse… ya no pudo más… Sus compañeros, saltando de raíz en raíz, como gorilas en un bosque africano, se acercaron a él, lo colocaron en una hamaca, y cargárosle a cuesta… ¡Pero era imposible! Los movimientos irregulares a que daba lugar la irregularidad de aquel suelo infranqueable, producían tales sacudimientos en el extenuado cuerpo del pobre Martín, que los que querían salvarlo, lo estaban matando. Era preciso unas veces subir un árbol con él cargado; otras era necesario penetrar en el mar. Cruzarlo por entre las raíces, arrastrarlo por entre ramas angulosas y punzantes como zarzas. Aquello era un suplicio horrible. Martín suplicó que colgaran su hamaca en los árboles y que lo dejaran allí. Nadie quiso acceder a ello; pero él insistió, rogó, lloró…!
«—¡Me estás matando! —dijo angustiado—. Dejadme ahora, y volved mañana por mí…!
«Llovía, los mosquitos y los jejenes tenían ya rabiosos a los hombres en fuerza de infiltrarles veneno con sus picaduras: tenían hambre: tenían prisa… al fin dejaron a Marín en su hamaca colgada de dos manglares y prometieron volver por él con gente fresca y auxilios.
«Marín se quedó solo en medio de la isla de Turiguanó. Los accesos de la fiebre que lo minaba hacían temblar los manglares de que su hamaca pendía, y por debajo de él se extendía la red inmensa e impenetrable de las extrañas raíces, que parecían indescifrables jeroglíficos dantescos, negros como la página espantosa de un infierno grabada por Doré. Los enjambres de mosquitos rodeaban la hamaca; los jejenes pasaban a través del tejido de 4lla y prendían en la carne del poeta, que rechinaba los dientes, temblaba, y sostenía la emisión de un suspiro tanto cuanto era larga su calentura.
«Pero al día siguiente vendrían sus compañeros con alimentos y medicinas, frazada y agua… agua limpia, dulce, transparente. Sólo quería ahora el poeta, agua, que se le antojaba néctar; la medicina no le hacía falta; agua, agua, porque su garganta era un volcán, y en el semi delirio de su fiebre recordaba que el agua era dulce, fresca, brillante como diamante líquido, como cristal, pura suave, argentada, vivificadora; tenía el agua transparencias, reflexiones, irisadas, relampagueos deslumbradores; pero sobre todo era pura, límpida, dulce, fresca…
A los compañeros de Martín los reclamó el servicio en otra parte. Y cuando un mes después volvieron a pasar por turiguanó, en la hamaca encontraron su esqueleto, abrazado a su fusil. (Luis Lamarque: «Cómo murió Marín», julio 27 de 1899) (pp. 85-88)
«Pocas veces durante mi vida de soldado, he sentido un dolor tan profundo como el que hoy viene a herirme despiadado. Cuando me dieron la noticia, relatándome los detalles de su obscura muerte, colgada la hamaca entre dos mangles, sin más horizonte que la ciénega dilatada, devorado por la fiebre y pensando en la tierra nativa, que no había de ver más, cuando me dijeron que el poeta Francisco Gonzalo Marín quedó enterrado en el suelo inseguro y fangoso; cuando el fiel asistente me entregó los papeles del amigo quer9do, indefinible tristeza se apoderó de mi espíritu.
[…]
«Vino a Cuba a buscar
«Coronas para su sien
«Hombres para Borinquén
«Y de su hermano los huesos.»
(Modesto A. Tirado: La muerte del poeta Marín, Cubitas, Camagüey, diciembre 14, 1909) (pp. 88-81)
«Hablando con el soldado de la independencia, Américo Castellano, me preguntó si yo era español.
«—No —le dije— soy de Puerto Rico, hijo de Hatillo.
«Entonces, con ademán entristecido me contestó:
«—El mejor puertorriqueño en la manigua, andaba con nosotros. Era poeta de talento natural; valiente y excelente amigo. Máximo Gómez no le permitió que saliera a operaciones. Lo quería para mandarlo a la junta revolucionaria de Nueva York, tales eran sus méritos con nuestro presidente.
«—¿Sabe dónde murió? —dije.
«—En aquel monte que allí se describe formado de mangles, quedó abandonado, con fiebre y en una hamaca colgada de mangle a mangle. No pudimos continuar con él. Circunstancias de la guerra nos obligaron a dejarle. El comandante Padilla aun está procesado y no puede ejercer cargo público por haberlo abandonado.»
«—¿Y cómo se llamaba?
«—Gonzalo Marín —contestó el soldado.
«Un momento de turbación sentí en mi alma y reprimiendo las lágrimas dejé al informante.
«Ese mártir de la libertad era pariente mío. Su venerable padre se llama D. Santiago Marín y vive en Arecibo. Yo haré lo posible por erigir un modesto monumento a la memoria de tan valiente soldado. […]» (Rafael Molinary: Una carta conmovedora, en La Correspondencia de Puerto Rico, 22 de diciembre de 1908) (p. 99)
Quizás alguien piense que me he excedido con tantas citas acerca de cómo murió este patriota, pero no se me aparta de la mente esa muerte espantosa y que no mereció.
Lápida de mármol enviada por el gobierno de Cuba
El Gobierno de Cuba, un tanto avergonzado y con el fin de demostrar a los puertorriqueños su gratitud hacia aquellos que de ese país lucharon por nuestra independencia, envió una lápida de mármol para que fuera puesta en la calle que llevaría el nombre del poeta y patriota, llamada anteriormente Calle del Rosario. Contenía en su parte superior el letrero de Calle de Francisco Gonzalo Marín, y debajo, en altorrelieve, los escudos de Cuba y de Puerto Rico.
construido donde estuvo la casa de Santiago Marín —padre de Pachín—,
y en la cual nació el patriota.
Placa ubicada debajo de la que envió Cuba.
En el periódico El Machete apareció un artículo referido a la lápida enviada por el Gobierno de Cuba. Finaliza así:
«Cumpliendo un deber, nos place consignar por medio de éstas líneas, la satisfacción inmensa que ha de rebosar no sólo en los arecibeños que se sienten orgullosos ante el premio que se le tributa a un paisano, sino que también lo sentirán todos los puertorriqueños, pues este honor ha de repercutir en el orbe entero, para dar una prueba que en Puerto Rico como en los demás países del mundo, el amor patio puede crear mártires para que santifiquen la vida, y héroes que iluminen la historia.
«Sólo nos resta enviar en nombre de todos los puertorriqueños la expresión más tierna de nuestra alma al Gobierno que representa la isla hermana, como prueba de gratitud a aquella región de luz y aromas regada por la sangre noble de los Maceos, los Martí, los Gómez e innumerables héroes que fenecieron en holocausto de su patria.
«¡Gloria a los mártires!» (pp. 81-82)
Fotos de las placas: Cortesía de Haÿdée de Jesús Colón y Ernesto Álvarez.
Bibliografía:
Limón de Arce, José: Biografía de Francisco Gonzalo Marín (Dedicada a don Santiago Marín), 131 pp., Casa Paoli del Centro de Investigaciones Folklóricas de Puerto Rico, 2007.
Sobre Francisco González Marín Shaw:
Vida, pasión y muerte de Francisco González Marín (Pachín)
Vea también:
Me he topado con su blog al navegar por la internet. Aunque radico en los Estados Unidos, soy de Puerto Rico. Mis antepasados, por parte de mi padre son de un pueblo de la isla muy cercano a Arecibo, la cuna de Pachin Marin. Quiera un dia pueda volver a Cuba y visitar su municipio. Que Dios le bendiga.
Oscar, será muy bueno que visite mi municipio. Gracias por su comentario. Que Dios le bendiga a usted también.
Gracias por recopilar textos claves, dificiles de coseguir, para que todo el mundo puede recordar la valentía de Marín y su sacrificio para Cuba y Puerto Rico.
Incredible! My Father ( Ruben Marin) told me about his grand father,Pachin Marin,when I was young.Now,he is celebrating 70 Y. of his Normandy
Fight in -44 (utah Beach) . I found more informations about This ancestor
with internet….I am touched about his celebrity…..
I am born in -53 in Connecticut USA and live in Finland at Kristinestad
Aitakatu 11 64100 Finland.
How is it possible to buy Mr,F.G. Marin books?…..before my father dies…..
My father and his french wife are living in Italy.
P.S.: It would be nice to know some family relatives from .Arecibo,for ex.
If somebody is existing….. Thank you for your help.
Charles Marin
Gracias, Charles, por su comentario. Ese libro me lo enviaron unos amigos puertorriqueños, por lo que pude saber de la vida y muerte de Pachín Marín, su abuelo. También nací en 1953. Me llevo impreso su comentario para que un amigo me lo traduzca, porque no sé mucho inglés. Saludos cordiales desde Cuba,
Amparo Ballester